La exposición «Libros inmortales, instrumentos esenciales», producida por el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT), contaba con una interesante selección de obras bibliográficas fundamentales para explicar la historia de la ciencia. Recogía, además, una serie de instrumentos científicos históricos que representaban algunos de los hitos más importantes desde la Antigüedad hasta nuestros días.
Veintiséis eran los libros que se presentaban en la exposición, comenzando por Hipócrates y terminando por el genetista Thomas Morgan, y pasando por obras únicas de luminarias como Euclides, Vesalio, Copérnico, Galileo, Newton, Lavoisier, Lyell, Darwin, Ramón y Cajal, Curie o Einstein. Pero, aunque estaba centrada en los libros, no solo de ellos se ocupaban esta exposición; también estaban los instrumentos, no acaso tan inmortales como los libros que se exponían, pero sí esenciales.
Se seleccionaron por tanto, como complemento, instrumentos que de alguna manera tuvieran que ver con cada una de las obras expuestas: una balanza hidrostática para Arquímedes, un astrolabio para Ptolomeo, un planetario para Kepler, un modelo anatómico de corazón para Harvey, un receptor de ondas hertzianas para Maxwell o una cámara de niebla para Dirac.